Cuando hablamos de presión en el trabajo, algunas personas la pueden ver como algo positivo y otras como algo totalmente negativo. Lo cierto es que la presión en la práctica veterinaria puede convertirse en algo bueno o malo, según la capacidad que tengamos de enfrentarnos a las situaciones y cómo actuemos ante ellas.
¿Qué es la presión?
La presión se compone por aquellas demandas muy altas o estresantes, que pueden ser reales o imaginarias, y que se le imponen a una persona con el fin de que sienta, piense o actúe de una determinada manera.
Una experiencia basada en la presión suele ser, con frecuencia, fuente de gran malestar y trastornos cognitivos y afectivos.
Se puede hablar de dos tipos de presión, de ahí que se diga que puede ser real o imaginaria:
- Por un lado, está la que nos imponen desde fuera.
- Por el otro, la que nos imponemos a nosotros mismos.
En cualquiera de los casos, puede ser fuente de malestar y acabar provocando ansiedad y estrés. Sin embargo, la presión no siempre es mala.
¿Cuándo es positiva la presión en la práctica veterinaria?
La presión positiva es la que nos motiva y nos da confianza. Por ejemplo, cuando en medio de una intervención quirúrgica a un animal, un compañero con más experiencia te anima diciendo que puedes hacer una determinada cosa.
Este tipo de presión promueve nuestro desempeño laboral, motivándonos a trabajar de manera mucho más eficiente y precisa.
¿Cuándo es negativa la presión en la práctica veterinaria?
Por su parte, la presión se volverá negativa si tenemos que trabajar en condiciones que son adversas. Algunas de esas condiciones son un tiempo muy reducido para afrontar todo el trabajo o la sobrecarga del mismo.
Sin embargo, hay un factor muy fundamental para determinar que la presión sea negativa y es la manera en la que cada uno percibe dicha presión, algo que está influenciado por nuestra mente.
Muchas veces, esa influencia viene dada por nuestro sentido del deber, responsabilidad y vocación, pero en ocasiones también está dictada por la ansiedad, inseguridad, ira, miedo y otras emociones.
Por tanto, la presión interna podría ser positiva cuando logramos ver los hechos con objetividad y conseguimos integrarlos en el día a día en nuestro propio beneficio. Pero ante las mismas circunstancias, si nos presionamos para ser perfectos o lograr cosas que realmente no queremos y nos están imponiendo, se convertirá en negativa.
¿Cómo trabajar en la presión de la práctica veterinaria?
La respuesta a esto es trabajando nuestra resiliencia, es decir, la capacidad que tenemos para superar circunstancias que pueden ser traumáticas.
Como sabéis mejor que nadie, el trabajo veterinario es emocionalmente duro, debido a la gran cantidad de decisiones complicadas que se deben tomar a lo largo de la jornada, el contacto con los clientes, la dificultad para conciliar la vida laboral y la personal, etc.
Por ello, es importante aprender a observar las circunstancias que rodean a vuestra profesión como neutras, ya que somos las personas mismas quienes las convertimos en algo constructivo o destructivo.
La manera de adaptarnos a ellas vendrá dada por la resiliencia. Piénsalo así: la presión puede llegar a ser algo muy limitante, tanto que te lleve a tirar la toalla, o convertirse en un detonante puramente constructivo.